miércoles, 21 de febrero de 2018

UNA HISTORIA SIN MÁS. EDUCAR EN IGUALDAD

Esta entrada corresponde a la tarea 2 del MOOC Educar en Igualdad: Otros cuentos son posibles. Sin más, ahí va el inicio de mi historia. Probablemente continuaré con ella más adelante.



Martes, 8 de la mañana.

-¡Vamos! ¡Arriba! ¡Llegamos tarde!
Cada mañana, la misma cantaleta. Laura estaba decidida a inventarse que estaba enferma. -¡Yo hoy no voy! ¡Estoy mala!

¿Qué le ocurrirá a Laura en el colegio? ¿Por qué últimamente saltaba con esa excusa? Era la pregunta que atormentaba a Mario cada mañana. Sergio hacía media hora que dormía, había tenido turno de noche en el Santa Bárbara (hospital en el que trabajaba). Y los turnos de Enfermería en Urgencias de noche eran de todo menos tranquilos.

-Sergio, cariño. Te dejo durmiendo. Voy a ver si consigo que Laura espabile para ir al cole. El sofrito del arroz está en un táper, para las dos y media estamos en casa. Te quiero. - Jmmm...y yo a ti. Balbuceó Sergio sin más y siguió durmiendo.

- ¡Laura, no lo digo más! ¡Arriba! ¡El desayuno está en la cocina! Mario iba a contrarreloj cada mañana, e iba anotando en su Google Keep todas las tareas por hacer y marcando las hechas.
- A ver, ¿de qué iba ese trabajo tan chuli de Lengua que tenías que entregar hoy?
- ¡De nada! ¡No pienso hacerlo!

Mario se acercó con voz suave y paciente hacia Laura. Necesitaba toda la calma posible para hacerla entrar en razón y que le contara su problema. - Laura, cielo, no me gusta verte cabreada. ¿Puedes contarle a papá qué te pasa? Laura tenía la mirada triste, pero a su vez, envenenada. Y lo soltó, vaya que si lo soltó: -¿A qué papá le cuento? ¿papá uno, papá dos? Mario quedó perplejo, petrificado. No sabía qué hacer, qué decir o, incluso, dónde meterse. ¿Cómo afrontaba esta situación con la que tantas veces había tenido pesadillas? Hasta ahora, Laura no había hablado jamás del tema. Sergio y yo siempre habíamos presumido de la actitud tolerante de nuestra hija a pesar de su edad. ¿Qué había cambiado? Es cierto que entraba en la adolescencia. Acababa de cumplir 12 años. Cuando tenía 5 años (podía recordar Mario con cierto brillo en los ojos), gritaba a los cuatro vientos y, bien orgullosa pregonaba, que ella tenía dos papás. Eso le hacía sentirse interesante, peculiar. Ahora estaba allí, frente a ella, buscando las palabras para frenar la ira de su pequeña.
- Vamos, dejemos las tonterías para otro momento. Quedan solo 10 minutos para que Julia toque el claxon. Y ya sabes que no le gusta nada la impuntualidad.
Julia era la taxista que subía hasta Burganeo para recoger a Laura y a dos compañeros más para llevarlos al colegio de la ciudad.
¿En serio? ¿Dejemos las tonterías para otro momento? Yo, una persona leída (como decían mis padres), que precisamente, ayudaba y aconsejaba a los demás en estos temas. Sí, yo, el leído. El miedo me atormentaba. Se había apoderado de mí.
Piii, piii.
...continuará.

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